viernes, 22 de noviembre de 2024
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destinos turísticos sostenibles

InfografíaSMARTRAVEL

El crecimiento del turismo en los últimos años ha dado lugar a nuevos términos como «turista 3.0» y modelos como «Smart travel» o «turismo inteligente». Este concepto apuesta por usar la tecnología para enriquecer la experiencia del turista y por eso tanto empresas y alojamientos turísticos como compañías tecnológicas compiten por crear infraestructuras tecnológicas de vanguardia a través del desarrollo de la realidad virtual, big data, realidad aumentada, simuladores, apps, chatbots, balizas o pantallas táctiles con todo tipo de información con la posibilidad de ser personalizada.

¿Qué se pretende con ello?: sobre todo, conquistar a una nueva generación, los millennials, pero, ¿cómo conseguirlo? Desde IMF Business School señalan 3 pilares fundamentales:

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Innovación tecnológica. Consiste en introducir nuevas competencias absolutamente vinculadas a lo digital y donde la actividad colaborativa horizontal fortalece la creación de vínculos que hace que las funciones fluyan y se enriquezcan en la interacción que supone el estar permanentemente conectados, tanto de las empresas con los turistas como entre los equipos de las propias organizaciones e incluso entre los clientes entre sí, en una conversación constante e infinita.

Accesibilidad. Un destino turístico no puede ser inteligente si no es accesible. Una iniciativa interesante en este sentido es la implantación de balizas inteligentes diseñadas para la identificación y localización de objetos cercanos. Un mundo de nuevas posibilidades para las personas invidentes al poder ser asistidas por apps en sus smartphones, mayores y familias con niños pequeños.

Sostenibilidad. La industria turística se ha sumado a la sostenibilidad, un hecho fundamental en un sector donde el consumo de agua y energía es muy elevado, de ahí que campings y hoteles pongan en marcha medidas en línea con las recomendaciones medioambientales como materiales 100% reciclables, sistemas eléctricos de bajo consumo, aislamiento máximo de los edificios para ahorrar la mayor cantidad de energía posible e, incluso, sistemas de limpieza con ozono sin químicos.

 

foto 1Medir el impacto social y económico, y las cargas y beneficios del turismo en cada región o territorio, es uno de los retos de presente y de futuro en el negocio turístico. Hoy día, y según un estudio sobre el el retorno de la inversión de la sostenibilidad en el turismo, cerca del 55% de los consumidores están dispuestos a pagar más por los productos y servicios de empresas que demuestran generar impactos social y ambientalmente positivos. En este caso, nuestro sector puede estar orgulloso de situarse a la cabeza: el turismo de camping es uno de los negocios más ligados al concepto de ecología, sostenibilidad y respeto por la naturaleza, y los conceptos de sostenibilidad, bioconstrucción, bioclimatismo y aplicación de energías renovables, enfocados a ofrecer una opción de turismo sostenible y respetuoso con el entorno están en nuestro lenguaje diario, pero no está todo hecho, y el compromiso con la sostenibilidad debe pasar también por llevar a cabo diversas políticas de ahorro y concienciación en nuestro negocio que reforzarán ese compromiso con el entorno que nos rodea.

camping Itxaspe

Durante las jornadas de la Cumbre Mundial del Turismo Sostenible TS+20 que se celebraron hace escasas semanas en Vitoria-Gasteiz, los expertos debatieron sobre el rumbo rumbo de la industria del turismo y el desarrollo de esta actividad, incluyendo los propios destinos, tendiendo siempre hacia formas más responsables de hacer y concebir el turismo. Uno de los participantes en la cumbre, el director del Observatorio de Turismo Responsable (OTR) de la Facultad de Turismo y Dirección Hotelera Sant Ignasi de la Universidad Ramon Llull (HTSI) Jordi Ficapal, recogía en su intervención tres ideas principales que se pueden aplicar también a nuestro sector, al turismo de camping, al menos para sentarse a analizar en qué punto estamos y hacia dónde tiende la sociedad: la falta de una narrativa a la altura de los nuevas exigencias del sector, la necesidad de desarrollo de más inteligencia turística que permita analizar correctamente el fenómeno turístico y mejorar la toma de decisiones incorporando la participación de todos los agentes implicados.

1. La narrativa tradicional y predominante sobre los beneficios del turismo para territorios y sociedades resulta ahora cuestionable y se revela insuficiente para justificar el balance entre los impactos positivos y los impactos negativos de la actividad turística en destinos concretos. Según sus palabras, “el relato clásico ha pecado de excesivamente economicista y poco riguroso. No ha abordado temas clave como la distribución de la riqueza generada por el turismo, la calidad del empleo que crea, la distribución territorial y social de cargas y beneficios, las mermas o fugas de beneficios, etc. y ha obviado los aspectos sociales y medioambientales. Por estos motivos los ciudadanos residentes en destinos turísticos, relacionados o no con el sector, y sus administraciones públicas no se conforman ahora con los conocidos argumentos de la generación de riqueza y empleo para justificarlo todo”. El sector turístico necesita desarrollar una narrativa complementaria basada en los beneficios sociales o culturales, en definitiva del desarrollo humano y sostenible (y no solamente de desarrollo económico) que el turismo genera en las sociedades receptoras.

2. Hace falta articular buenos sistemas de inteligencia turística: con el fin de poder tomar decisiones basadas en datos e información de calidad y no basadas en «verdades reveladas» o catecismos turísticos más propios del siglo XX. Asimismo, es necesario establecer indicadores de desarrollo humano y sostenible para medir los impactos sociales y económicos, y las cargas y beneficios del turismo en los territorios y las comunidades.

3. El sector debe garantizar la diversidad y la participación de los diferentes interlocutores o stakeholders del turismo, tanto sociales como económicos, en cada destino a través del desarrollo de redes estables y reguladas de colaboración público-privada para la planificación, el seguimiento y la evaluación de las políticas públicas en turismo. Algo que implica, a su vez, acercar los procesos deliberativos de las políticas turísticas al ciudadano residente. El turismo consume el entorno físico y cultural de los residentes permanentes y, por tanto, la toma de decisiones estratégicas alrededor de la actividad turística debe hacerse en proximidad.

Como conclusión, Jordi Ficapal considera que “es imprescindible ahora diseñar nuevos marcos de gobernanza orientados a la finalidad fundamental de la generación de valor público desde el turismo”.